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Los 7 Mares

Por primera vez desde que tengo uso de razón, he sentido ganas de abandonar una aventura.
La adrenalina es parte de mi vida y la necesito casi tanto como el desayuno por las mañanas pero hay días duros, difíciles. Días en los que quieres escapar de todo. No tener obligaciones y simplemente no hacer nada.

Estoy muy cansada. Hoy ha sido un día muy duro y los días anteriores no han sido mejores tampoco.

Estoy tocando cadáveres y luchando con esqueletos y zombis. He usado un bote de remos durante horas y también he aprendido a disparar un cañón. He abierto un par de sarcófagos sin saber lo que me iba a encontrar en su interior.
He usado un cráneo humano, he aprendido ciencias paranormales que, aunque aún no sé bien para qué me va a servir, suena bien decirlo.

He luchado con un Bruto que me dejó la espalda como si tuviera 80 años. Y, para colmo, me caí ladera abajo durante doce minutos.

Lo más irónico es que en una de las islas había una nota que decía que habia encontrado el amor verdadero y hasta me dieron un logro. Nada más lejos de la realidad.

Si a todo esto le sumamos que hoy me siento sumamente estúpida por querer lograr lo imposible, puedo decir que estos días están agotando mi energía.

Ya no queda mucho. Pronto estaré de vuelta en ¿casa? Que ironía!
Por suerte para mí, tener una isla para mí sola cada día es prácticamente un sueño alcanzado. No hay absolutamente nadie en ningún lugar.
Dormir bajo las estrellas, mecida por la brisa de las olas del mar. Es el paraíso aunque tantos días en soledad pasan factura.

Necesito vida social urgente. Necesito contacto físico con alguna persona normal. Y una cerveza, o dos... y una pizza pepperoni, o barbacoa, o de lo que sea pero que no lleve piña.

Mientras tanto, mientras sueño con volver a la ciudad, seguiré cumpliendo mis metas. No, yo no tiro la toalla. Yo soy valiente.